La ansiedad y el estrés son mucho más comunes de lo que podemos imaginar. Independientemente de que esté provocado por las situaciones de la vida cotidiana, por el dolor, la enfermedad, las dificultades que nos depara la vida o quizá, de manera más habitual, las mil posibles combinaciones de todos esos factores, son millones las personas que sufren y se ven obligadas a enfrentarse al estrés. La mayoría ni siquiera queremos hablar del estrés y la ansiedad, y mucho menos todavía enfrentarnos a ellos.
Todos nos formulamos preguntas muy parecidas sobre los misterios de la vida como, por ejemplo, quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Nos preguntamos por el sentido de la vida y por la realidad de la muerte. Son muchos los miedos, y hasta en ocasiones las fobias, a los que diariamente nos vemos obligados a enfrentarnos. Quizás tengamos problemas con la confianza o la ansiedad asociada a las relaciones, el trabajo, el estado del mundo, la comida o el sueño, etcétera, la lista podría resultar interminable. Nuestras relaciones también pueden estar en crisis y tener problemas con nuestra familia, nuestros amigos o nuestros compañeros de trabajo. El mundo laboral nos impone fechas tope y estándares que pueden generar asimismo mucha ansiedad. Nuestro mundo está tan afectado por la guerra, el terrorismo, el cambio climático global, la superpoblación, el hambre y los inevitables desastres naturales que no es de extrañar que vivamos sumidos en la angustia, e incluso a veces, llegar a estar ansiosos por nuestra ansiedad.
Poco importa, en tales casos, que tratemos de ignorar esas preocupaciones pretendiendo su inexistencia, porque la lamentable verdad es que no podemos controlar el mundo que nos rodea y que siempre habrá situaciones capaces de despertar nuestra preocupación, nuestro estrés y nuestra ansiedad.
Para estas situaciones la respuesta adecuada no consiste en volantear para el lado opuesto, como haríamos si estuviésemos manejando un coche en el hielo, mientras derrapa haciéndonos perder el control y la dirección correcta. Esas situaciones no fomentan el bienestar ni el equilibrio en forma duradera. Por eso no sirve ambular de trabajo en trabajo (dado que todos tendrán su carga de estrés), como tampoco sirve tomar una píldora mágica que contrarreste el hechizo del estrés. Por eso, es que aquí, en éste punto, es dónde Mindfuness resulta pleno de sentido. Y surge, como herramienta muy valiosa para enfrentar el estrés y la ansiedad. La práctica de Mindfulness nos ayuda a permanecer en contacto con esas preocupaciones y nos enseña a operar con ellas para que no resulten tan paralizantes. Es posible, como han descubierto centenares de miles de practicantes de Mindfulness, vivir con el estrés de un modo que no nos genere sufrimiento, eliminando el miedo a vivir.
Como no siempre podemos eliminar los agentes estresantes (es decir las personas, situaciones, o cosas que nos estresan), debemos nosotros mismos madurar en nuestro trato al estrés y la ansiedad. No podemos cambiar muchas situaciones que nos producen estrés, pero si, en forma madura podemos cambiar nuestra actitud hacia los mismos, y actuar de forma diferente, sin reaccionar y en forma más reflexiva. La clave consiste en explorar atentamente lo que puede estar determinando el modo en que nos enfrentamos a los retos que la vida nos depara y diferenciar claramente lo que funciona de lo que no funciona. Dado que muchas veces, los eventos estresantes del pasado, siguen generando estrés en los eventos presentes, y nuestro piloto automático, incansablemente, responde a todo como si todo fuese causa de estrés o motivo para sufrir ansiedad.
Mediante la práctica de Mindfulness y sus ejercicios de meditación, más otros ejercicios de escritura, pensamiento reflexivo e incluso grillas para llenar en casa, además de remodelar el cerebro en forma óptima, regulando la presión arterial, aumentando el sistema inmunológico nos ayuda a hacernos conscientes de nuestros procesos internos. Mediante el reconocimiento de tales procesos, podremos así tener la fortaleza y la valentía para vivir la vida como una aventura; sin reaccionar ante las situaciones estresantes.
Entiéndase aquí que al decir no reaccionar no se quiere decir no responder a los estímulos, sino no reaccionar en forma automática, no responder en piloto automático. El Mindfulness abre una brecha entre el estímulo y la respuesta, y en esa brecha es donde uno puede detenerse, sentir, reflexionar, para luego responder y actuar en el mundo desde una manera equilibrada, con consciencia plena, ecuanimidad y empatía.
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