lunes, 10 de octubre de 2011

Cuento: La Mínima Expresión

Un joven, extraviado en sus ideas metafísicas que le ocupaban prácticamente todo su tiempo, consideraba que todo menos el filosofar era insignificante.

El joven creía que toda actividad mundana no tenía sentido por sí misma, y que sólo eran válidas y útiles las reflexiones filosóficas. Se había vuelto muy arrogante, a pesar de que su maestro intentaba acercarlo al camino de la meditación y la simpleza.

Un día, el maestro preocupado por la actitud del joven, le dijo a su discípulo:

-Tu vida no es realmente vida, porque no saber ver.
- ¿Por qué me das esas lecciones? - Preguntó el discípulo disgustado.

                                                         
El maestro no respondió. Lo llevó a dar un paseo y, al ver una gota de rocío sobre una hoja, le dijo:
-Acercate a esa hoja. Observa bien la gota de rocío y dime qué ves.
-Se refleja el sol en ella -dijo el joven luego de una atenta observación en una apariencia perfectamente meditada.
- ¿Lo ves? Hasta en la gota de rocío más pequeña se refleja algo tan grande y maravilloso como el sol.


Reflexión:

El aprendizaje no acaba nunca, se produce a lo largo de toda la vida. Pero para ello la mente debe estar más libre de pasado y de futuro, y abrirse con sensibilidad al tiempo presente. Aprender a frenar los torbellinos mentales es necesario en la senda hacia la paz interior.

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