Para responder a esta pregunta debemos asumir que gran parte de nuestro comportamiento está condicionado por lo que pasa dentro de nuestro organismo, que está compuesto por la mente y el cuerpo. Los acontecimientos que vivimos día a día, minuto a minuto, segundo a segundo, tienen una repercusión en nuestro interior que se compone de dos elementos, los pensamientos (descripciones, juicios, recuerdos, planificación, etc.) y las emociones que a su vez están formados por sensaciones físicas concretas y localizadas en el cuerpo.
¿Cómo consigue nuestro organismo tener tanto poder? Durante una gran parte de nuestro día funcionamos con el piloto automático, sin ser plenamente consciente de lo que estamos haciendo. Para entendernos, cuando llegamos a un lugar sin recordar qué hemos hecho durante el camino o cuando nos equivocamos de recorrido un sábado yendo a dar un paseo y giramos a la derecha como todos los días de lunes a viernes y nos encontramos a nosotros mismos en dirección ¡al trabajo!
Vivir con el piloto automático es permitir que el mundo interior (pensamientos y emociones) decidan cómo comportarnos en nuestro día a día y la verdad es que en líneas generales funciona muy bien porque nos libera de tener que tomar decisiones continuas.
Cada paso que damos, es una invitación a la práctica de la atención plena/Mindfulness |
Pero son tantas las decisiones que toman por nosotros, que el resultado es haberles cedido excesivo poder a pensamientos y emociones y, después, nos puede costar recuperarlo, especialmente cuando el organismo con sus decisiones nos está ahorrando malestar inmediato que a la persona le resulta especialmente desagradable.
Como consecuencia del poder cedido, muchas personas se identifican tanto con su mundo interior que dicen no poder actuar en contra de él ¡a pesar de darse cuenta de que no favorece su vida! Con esto pretendo mostrar que una cosa son las cosas que pensamos y sentimos, y otra los objetivos vitales que tenga un ser humano en concreto. Para que exista conflicto, contradicción, tiene que haber dos fuerzas en oposición. Si el mundo interior fuera el ser humano, el conflicto sería imposible y ¿quién no ha experimentado alguna vez incoherencia en su interior?
Para ayudar a las personas a reconocer y distanciarse de su mundo interior existe un técnica que se conoce como mindfulness (o conciencia plena) y vendría a ser una adaptación occidental de la práctica de la meditación.
Con toda una serie de ejercicios prácticos se pretende que la persona cada vez descubra la diferencia que hay entre las cosas que suceden en su interior y las experimenta. Habitualmente a esa persona la llamamos por nuestro nombre, en mi caso por ejemplo Miguel. Además, se puede comprobar cómo gran parte de los comportamientos que hacemos en nuestro día a día tienen que ver con la reducción inmediata de malestar, pero que en ocasiones puede ser incompatible con objetivos vitales.
Por ejemplo, si pasamos por delante de una panadería que desprende un excelente olor y todo en su interior tiene una pinta estupenda es posible que nuestro cuerpo nos genere el impulso de entrar y comprar para poder saborear (generar bienestar) y ese impulso será aún más intenso si tenemos hambre (eliminación de sensaciones desagradables, comiendo el hambre desaparece) y para otras personas el impulso será aún más intenso cuando siente ansiedad localizada en el estómago, ya que comiendo consiguen de manera inmediata una reducción de la sensación de ansiedad que experimentan como muy desagradable. El problema sería si la persona que experimenta ese impulso está intentando mantener la línea: por un lado tendrá la presión de su organismo que le sugiere como experimentar bienestar y/o eliminar malestar inmediato y, por otro, estará el ser humano que, a pesar de reconocer la verdad de lo que sugiere el organismo, considera que a medio plazo comer pastelería le repercutirá en su objetivo de mantener la línea. Por tanto, puede detenerse y plantearse “¿Qué me pide el cuerpo? Y ¿qué decido finalmente hacer yo?”
Para sobreponerse a estados emocionales intensos durante la práctica del mindfulness se fomenta la autoobservación de los estados internos y los impulsos que experimentamos sin “hacerles caso”, es decir, sin hacer lo que nos pide el cuerpo. De esta manera ya estamos creando una distancia con nuestro mundo interior. De alguna manera estamos creando experiencias en las que les decimos a pensamientos y emociones: “¡os pillé! y no tenéis todo el poder, yo también puedo elegir qué hacer y ahora elijo no hacerte caso”. Cuantas más experiencias tengamos con estados internos a los que no hagamos caso, más libres seremos en el futuro para elegir independientemente de pensamientos y emociones que se creen en nuestro interior.
¡Aunque vale la pena recordar que en muchas ocasiones es recomendable actuar con el piloto automático! Se trata de revisar en qué punto está tu vida, con qué aspectos estás más satisfecho y menos, y qué emociones pueden estar condicionando que persigas tus objetivos vitales.
Con la práctica de mindfulness, sin darnos cuenta, también conseguimos quitarles la importancia a pensamientos y emociones. En nuestra sociedad estamos tan acostumbrados a vivir en modo piloto automático, toman tantas decisiones por nosotros, que acaban pareciendo importantes. Es por eso que muchas personas que se sienten esclavas de sus pensamientos o emociones intentan eliminarlos.
En general, el entrenamiento en mindfulness (que es una técnica que no debe sustituir una terapia completa cuando sea necesaria) nos ayuda a aprender a tomar decisiones independientemente del estado emocional en el que nos encontremos. Se pretende que la persona pueda perseguir sus objetivos vitales, incluso aunque sus emociones estén persiguiendo ahorrarle a la persona estados desagradables.
Mindfulness es una técnica para conseguir que los seres humanos que acuden a nuestras consultas puedan tomar las decisiones en su vida mirando a sus objetivos vitales, siendo conscientes de sus pensamientos y emociones pero con distancia, y por tanto, sin tener que ser esclavos de los impulsos que nos crean. Si lo conseguimos podremos crear vidas que sentiremos que valen la pena ser vividas, vidas con sentido.
Finalmente, otro resultado del entrenamiento en mindfulness es que las personas que lo practican se llegan a sentir con más poder, puesto que al quitárselo a pensamientos y emociones lo recupera uno mismo y se encuentra con más capacidad para afrontar con calma las experiencias y reacciones que le esperen a lo largo de su vida.
El texto que usted acaba de leer pertenece a:
Miguel Ángel Manzano
Psicólogo de ISEP Clínic Barcelona y profesor de ISEP Formación
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